Article publicat al Diario Información el 26 de Febrer de 2016.

Con el río revuelto de las marcas paraguas y la coordinación turística, el alcalde Echávarri aprovechaba la semana pasada para exigir al Consell una marca turística propia para la ciudad de Alicante; aunque se le olvidaba (ups!) el informe técnico que así lo debe aconsejar. Por aquí, esperamos al de Francesc Colomer.


Pero al margen de logos y campañas turísticas propias, Alicante necesita una marca que la haga competir frente al resto de ciudades europeas por el turismo –claro-, pero también por atraer talento e inversiones. Una marca que evoque valores propios, más allá del sol y playa, con los que Alicante resulte competitiva frente al resto de ciudades mediterráneas. Una identidad que además borre del imaginario colectivo los valores de corrupción y suciedad que evoca ahora la marca Alicante en los medios; y que recupere la memoria colectiva perdida tras dictaduras y burbujas inmobiliarias. Alicante es hoy una ciudad irreconocible.


Para ello, se debe seguir un plan para construir esa nueva marca, un nuevo relato de ciudad; con el que los alicantinos se vuelvan a reconocer en ella. Es urgente poner en valor las Alicantes “invisibilizadas” durante años y tejer con ellas un nuevo discurso sobre la ciudad. Algunas pistas: la Huerta, la colosal refinería subterránea de la Británica, la enorme Tabacalera y la isla de Tabarca. Vamos a contarnos primero qué es Alicante para luego poder presentarla al resto del mundo; ése es el relato sobre el que construir una nueva marca, que vaya más allá del turismo. Al fin y al cabo, una ciudad sólo atraerá talento, visitantes e inversores si es atractiva para sus ciudadanos. ¿Un poco de Aftersun para tanto sol, Alcalde?